Vivir un concierto sin conocer demasiado el repertorio puede ser una experiencia enriquecedora
Santiago, Chile.- Me invitan a ver a Rosana y pienso que, salvo “A fuego lento”, “Talismán”, “Llegaremos a tiempo” y “P’a tí no estoy”, creo que no conozco más temas de su repertorio. Como siempre me quejo de la ignorancia musical de la gente que sólo va a cantar a los conciertos y que nunca se arriesga a “conocer” la música de los artistas, acepto la invitación y voy.
De entrada, la canaria me parece encantadora. Llega por el sector de la galería y se desplaza desde atrás del teatro hacia el escenario, lo que provoca la locura de la gente por conseguir algún registro con sus celulares.
Comienza el show, la potencia y timbre de su voz impresionan. Es relajada, se ríe, juega con los músicos y con el público que demuestra su admiración con muchos ¡te amo! ¡te amamos!. Más tarde se escuchará un discurso a gritos casi insólito “¡Rosana! ¡No nos dejes desamparados, ven al menos una vez al año!. Muchos la llaman “Roxana”, a ella no le importa. Hay comunión.
La música une a los pueblos y la cantautora tiene a un grupo de chilenos a sus pies. Son hombres y mujeres, jóvenes y viejos, artistas y gente común. Todos disfrutan de la calidez de sus composiciones y, por supuesto, de la identificación que sus letras provocan.
La banda que la acompaña suena bien, muy bien. Aún cuando se equivocan y lo echan a la broma, se nota el profesionalismo y el fiato de grupo.
Final del show
Rosana canta e hipnotiza con su actuación. No hay tiempo para el aburrimiento, ella dirige las acciones del público y nadie se resiste. Para terminar el espectáculo, vuelve al juego y recorre el teatro cantando. La mala suerte se hace presente y la cantautora recibe un codazo en los dientes, ella sigue adelante, como si nada, pero sangra. Gajes del oficio.
Nuevamente sobre el escenario, con otro bis, la canaria canta “P’a ti no estoy” y huyo con rapidez, para evitar la salida del resto de los autos desde el estacionamiento del Teatro Teletón. La escucho de lejos y me despido mentalmente, agradeciendo haber presenciado su hermoso trabajo.
Valió la pena haber venido. Creo que tomaré uno de sus temas para mis clases de canto. Ella nunca lo sabrá.
Mary Rogers G
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