Columna semanal de Marcia Hurtado*
Puede que parezca estar fuera de época al empezar a hablar de alergias en marzo cuando es de conocimiento popular que el gran tema de los noticiarios, matinales, radio y diarios es cómo prevenir, combatir o aliviar las alergias en primavera…como si ellas decidieran mágicamente llegar en septiembre.
Lo que el mundo no sabe, o no quiere saber, es que los alérgicos convivimos todo el año con ellas. Sí, es cierto que a veces por temporadas se hacen más insufribles, pero en general se han convertido en nuestras amigas y compañeras de vida.
Ahora bien, las alergias más clásicas (polen, plátano oriental, pasto, polvo) pueden tener una solución más inmediata: un antihistamínico que tiene a sus víctimas medios atontados y con sueño o los clásicos remedios naturales de las abuelitas, como la nuez moscada al rededor del cuello, atada con un hilo rojo, tomar agüita de menta o de ortiga. Aun así, los comprendo y solidarizo plenamente con todo ellos. ¡Fuerza Compañeros, no están solos!
El pero viene cuando hay una alergia…digamos atípica. Pocos entenderán la mirada de genuina compasión, casi como un “acompañándote a sentir” que recibe una persona especial como yo, que sufro de alergia al alcohol.
-¿¡Pero cómo?!, ¡¿alergia al alcohol?!, O sea que…
-No, no puedo tomar.
-… (silencio y expresión facial aterradora)
– Nada de nada
– ¡YO, ANTES ME MUERO!
Así es. No puedo consumir nada que tenga alcohol. Ni un miserable helado de pasas al ron, menos uno de los clásicos bombones rellenos con licor, ni msiquiera esos caramelos Ambrosoli que parecían barrilitos… (¿alguien se acuerda de ésos o solo a mí se me cayó el carné?)
-¿Y cómo te diste cuenta?, ¡debes haberlo pasado pésimo!
Y ahí viene la segunda parte de la explicación que hace que mis interlocutores vayan desde la expresión incrédula, pasando por la burla, hasta terminar en una franca empatía acompañada de la más pura y sincera compasión.
–Lo descubrí tomando Lemon Stone
-¡PERO SI ESO NO TIENE NADA DE ALCOHOL!
–Lo sé, pero así fue.
-Pero ¿cómo cachaste?
-Estaba en mi casa, una calurosa tarde de verano, viendo películas y tomándome una Lemon Stone. De repente sentí la caliente, como cuando estás mucho rato al sol. Fui al baño a verme al espejo y estaba roja como un tomate, peor que cuando agarras una insolación de aquellas (ya contaré la historia de mi primera insolación). Como me asusté, dejé de tomar y al rato mi color se normalizó. Volví a tomar y paf! el calor y ese sentador tono rojo volvió a mi cara.
Al otro día partí a ver a mi dermatólogo de cabecera (un alérgico sabe que DEBE tener un dermatólogo a tiempo completo), quien me dijo, con toda la naturalidad del mundo: “ya me extrañaba que no te hubiera pasado esto. Es súper frecuente en gente de piel extra sensible como la tuya. Tienes dos alternativas: tomas cuando esté oscuro para que nadie te vea la cara roja, o no tomas nunca más”. Opté por no tomar nunca más, total no era tan trágico para mí, ya que nunca había sido muy buena para el copete. Así pasaron varios años hasta que una noche con amigos en un bar, pedí un mojito sin alcohol. Como era verano me lo tomé al seco. No pasó ni un minuto antes de sentir cómo la cara me empezaba a picar, (síntoma de que aparecería la gran mancha roja) , a la vez que mi pareja me mandaba a ver el espectáculo al espejo. Cuál no sería mi sorpresa al ver mi cara del tamaño de una pelota de fútbol, así de grande, así de redonda y así de hinchada, con la misma expresión de una pelota, es decir, ninguna. Sin ojos, sin nariz y con una lengua casi tan grande como la misma pelota. Me costaba respirar, no podía hablar, apenas veía, ¡morí de susto! Pero así y todo salí del baño toda digna (según yo) a reclamar al barman por haberme dado un trago con alcohol siendo que había pedido uno sin. Ahora pienso y entiendo la cara de risa del barman cuando vió salir del baño a una pelota de fútbol con vestido y gesticulando como loca, hablando quizás qué dialecto. Porque adivinarán que con la lengua hecha una masa deforme, era poco lo que podría hablar. Ahora que lo pienso debo haberme visto muy cómica, pero en ese momento yo sólo estaba concentrada en respirar. El aire no me llegaba a los pulmones y me sentía caminando sobre nubes y no en el buen sentido.
Cuento corto, terminé en urgencias, con una inyección de epinefrina que hizo que por primera (y única vez en la vida) viera cómo latía mi corazón por debajo dela piel. Era impresionante ver cómo mi pecho se levantaba con cada uno de los latidos. Después de eso creo que me dormí. Y de eso ya van como 10 años. Nunca más en mi vida he vuelto a probar una sola gota de alcohol.
Tal vez se pregunten cómo lo hago para las celebraciones, Cumpleaños, Navidad, Año Nuevo, 18 de Septiembre.
Los dejo con la inquietud ya que debo añadir que tampoco como carne, pero eso será tema para la próxima columna.
Esto de ser tan especial…