Tras una vida de compromiso político y medioambiental, el novelista, radicado en Asturias, España, fue reconocido como uno de los autores latinoamericanos más leídos en Europa
Luis Sepúlveda (Ovalle, Chile, 1949) falleció este jueves en el Hospital Universitario Central de Asturias, tras luchar durante más de dos meses contra la covid 19. Diagnosticado a fines de febrero, cuando volvía del festival literario Correntes d’Escritas, en Portugal, estuvo sometido a todo tipo de tratamientos infructuosos.
Su muerte fue lamentada por la comunidad literaria en Italia, Francia, Alemania y España. “Nos ha entristecido profundamente”, explicaba al teléfono el editor de Tusquets, Juan Cerezo, en una nota publicada en el Diario El País. “Luis era un escritor muy querido. Activo en la comunidad literaria en la Semana Negra de Gijón, en las jornadas de literatura iberoamericana que se organizaban cada año en Asturias. Es terrible constatar que este virus mata”.
El primer gran éxito internacional, Sepúlveda lo tuvo con Un viejo que leía novelas de amor, aquel libro publicado en 1993. La editora francesa Anne Marie Métailié decidió publicar la novela en un momento en el que, como recuerda el editor de Gallimard y profesor Gustavo Guerrero, se produjo una interesante apertura en la literatura mundial: “Sepúlveda tuvo éxito en Francia antes de publicar en español. Aquello respondía a una internacionalización, una globalización del mundo editorial. La figura de Sepúlveda de alguna manera dio un nuevo rostro a esa literatura engageé o comprometida”.
Antes de su vida literaria, Sepúlveda tuvo varios oficios y vivió situaciones que fueron parte de la experiencia que luego volcaría en su literatura. Trabó como ayudante de cocina, fue exiliado y un activista altamente comprometido con las causas políticas, humanas y medio ambientalistas. Hijo de un militante del partido comunista chileno y una enfermera de origen mapuche, su formación inicial fue en la carrera de producción teatral en la Universidad de Chile.
En el gobierno de Salvador Allende ayudó a publicar libros de bolsillo para el pueblo. Luego, en dictadura, estuvo detenido por casi tres años y pudo viajar a Alemania gracias a el grupo de Amnistía Internacional de ese país.
Vivió en Brasil, Uruguay y Paraguay. En Ecuador vivió con la comunidad Shuar. El ’79 apoyó las guerrillas en Nicaragua, como parte de las brigadas y posteriormente se radicó en Alemania, donde ejerció como periodista. También fue parte de la tripulación de un barco de Greenpeace.
La importancia que tienen los viajes en la literatura de Luis Sepúlveda han conquistado al público de Francia, primero y luego a toda Europa. Escribió más de veinte novelas, guiones, ensayos y libros de viaje.
Su último libro, Historia de una ballena blanca, fue publicado en el 2019. Algunas de sus obras, como Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar o Un viejo que leía novelas de amor fueron adaptadas al cine. Fue condecorado en calidad de Caballero de Las Artes y las Letras de la República Francesa y doctor honoris causa por la Universidad de Urbino, Italia.
El novelista se radió en Gijón en 1997 junto a Carmen Yáñez, su pareja en los setenta en Chile, y madre de su hijo Carlos Lenin. Más tarde, en Alemania mantuvo una relación con Margarita Seven y con ella tuvo tres hijos. Compartió generación, nacionalidad chilena, el exilio en España, y un gran éxito internacional con Roberto Bolaño. “Pero los dos son huérfanos de la aventura de la izquierda latinoamericana”, señala Guerrero en la entrevista mencionada. “Forman parte de esa generación que sacrificó su vida por unos ideales de izquierda y que se queda flotando en los años noventa. Bolaño contó parte de esa historia, y hay algo de Los detectives salvajes en la biografía del propio Sepúlveda”.
“La buena novela a lo largo de la historia ha sido la historia de los perdedores, porque a los ganadores les escribieron su propia historia. Nos toca a los escritores ser la voz de los olvidados”, dijo en su oportunidad a diario español.
Fuentes: El País, BBC