La fotografía de autor, nacida desde más allá del alma de un fotógrafo, latente dentro de una cámara y encerrada en un rollo de película está dando un gran salto. Por Carmen Fulle
Desde sus inicios la fotografía fue transgresora, moderna; se sabía lo que no era, pero era difícil decir qué era en realidad. No era un sustituto de la pintura, tampoco era copia fiel de la realidad (parecía serlo, pero también tenía la capacidad de transformar la realidad en algo nuevo), era difícil de catalogar. Sin embargo, se logró poner en un cajón a esas imágenes que la química transformaba de invisibles en reales y catalogarlas como documentales, publicitarias, prensa, retratos, paisajes, de autor, etc. Todo muy realista y reconocible.
La fotografía de autor, nacida desde más allá del alma de un fotógrafo, latente dentro de una cámara y encerrada en un rollo de película, está dando un gran salto, un salto que no se detiene en una meta, y que lleva a los espacios infinitos de la creación. Con la introducción del computador y la creación de programas para imágenes es posible manejar una fotografía de infinitas maneras, si se hace como medio de expresión existe la posibilidad que surjan nuevas propuestas para un arte que se renueva.
Los fotógrafos ven por primera vez en la historia, que la imagen fotográfica se libera del cuarto oscuro e inicia un periplo innovador, cuyo único límite es el creativo, es la capacidad del fotógrafo para expresarse liberado de químicos, y empezar a incursionar en un universo digital, cuyo obstáculo es tener que superar la inquietante inestabilidad de lo virtual.
Las primeras fotos digitales usaron como concepto el trucaje, el pasar una cosa por otra. El arte opta por la trascendencia de la expresión, por la poesía y el lenguaje estético. Se trata de expresar, trascendiendo las técnicas clásicas, para crear algo nuevo. En el caso de la fotografía se transmite por medio de imágenes captadas por una cámara y que ahora, con las nuevas técnicas, es posible continuar enriqueciendo frente a una pantalla.
Todas las imágenes que nacen en la mente de un creador, necesitan de un proceso para existir. Una fotografía si no tiene un concepto y su técnica no es óptima, por mucho que sea intervenida digitalmente, nunca será una buena imagen, sólo de buenas fotografías se puede llegar a crear arte, ha sido así desde el comienzo de la historia de la fotografía. La masificación no la mejoró, sólo la hizo accesible a más personas. Manteniendo algo que no ha variado con el tiempo: las buenas imágenes han sido siempre obra de unos pocos. El uso en prensa y publicidad, la gran ductibilidad de la imagen fotográfica le dio un curriculum sospechoso para el arte. Había y hay demasiadas fotos obvias, poco creativas, creadas por directores de arte o jefes de redacción que no respetan la autoría de los fotógrafos y también hay muchos fotógrafos que no son artistas y son publicados en los medios.
Desde que se inició la era digital están las herramientas que pueden llevar a la fotografía de autor a una nueva apuesta, apartándose de lo documental o
realista, en un camino donde pintar con imágenes es un lenguaje que se presenta como desafió del siglo 21. En arte no se trata únicamente de técnicas, de ser un experto en fotografía digital o análoga, se trata de manejar todas las técnicas si la imagen lo requiere para expresar lo que el artista pretende. Incorporar lo antiguo y lo nuevo, unir ambos en la persecución de una idea si ésta lo precisa. Lo importante es tener los instrumentos para lograr esta expresión y el mundo digital es una puerta que puede ser abierta. Los programas computacionales no fueron creados para hacer arte, son herramientas de diseño que los artistas pueden convertir en elementos para dar significación y expresión a su obra…
En lo profundo la fotografía no cambió desde que empezó la era digital, nunca ha sido un retrato fiel de la realidad, y el que espera eso de una fotografía es porque no entiende que una imagen de haluros de plata o de pixeles es en el fondo lo mismo: maneras diferentes de obtener imágenes. La realidad no existe, el ojo del fotógrafo es quien decide la intencionalidad de las imágenes.
En el amplio mundo de la fotografía hay espacio para todos, un ejemplo a nivel mundial es la foto documental y su carga impactante que muestra el World Press Photo, también los patéticos personajes de Diane Arbus, los travesti de Paz
Errázuriz, los paisajes majestuosos de Ansel Adams, las images de guerra de Robert Capa, las flores moribundas de Luis Poirot, el México de Tina Modotti, y lo mas nuevo de todo: las imágenes manipuladas digitalmente. Todo eso es fotografía, la diversidad crea riqueza en el arte y en la vida, por eso los interrogantes sobre que es más fotografía, si la análoga o la digital, son muy limitantes… de verdad no interesan, hace rato que las herramientas digitales son empleadas para algo mas que para hacer trucos ya que pueden expresar lo que antes dependía de los químicos… todas son fotos, buenas o malas, según el autor y su sensibilidad.
Lo dice el fotógrafo Pedro Meyer en la editorial de la página web, especializada en fotografía, www.zonezero.com : “Una fotografía es una fotografía es una fotografía” , parafraseando la premisa que expresó Gertrude Stein : “una rosa, es una rosa, es una rosa” refiriéndose al arte surrealista, que rompía esquemas en los años 30 del siglo pasado.
“La palabra fotografía, como todos sabemos, quiere decir “escribir con luz”. Pues bien, nunca en mi vida tuve una experiencia más cercana a realmente escribir con luz que lo que he tenido en años reciente, cuanto al amparo de un lápiz electrónico he podido mover a voluntad todos esos píxeles que capturé con mi cámara digital o fueron escaneados de una película.
El sentarme frente a la pantalla de un computador y manipular esos píxeles ha sido la experiencia más cercana que he tenido a la noción de lo que se suponía que la fotografía tenía que ser, por lo menos desde el punto de vista de quienes inventaron la palabra para describir al proceso llamado fotografía.
Hoy en día, puedo explorar y sumergirme en el fondo de un mar de píxeles y tocar cada píxel individualmente con un lápiz electrónico, algo sin paralelo comparado con lo que antes podía hacerse con respecto a los haluros de plata individuales incrustados en un mar de gelatina. Esta premisa básica transformó a la fotografía para siempre.
Entender estos lenguajes será la tarea de nuevas generaciones de fotógrafos, artistas, curadores, críticos, pensadores del arte y toda persona que se acerque libremente a mirar y enriquecer el alma con los desafíos del arte. Los críticos deberán renovar lo que habían recopilado como paradigma sobre fotografía, penetrar en territorios innovadores de imágenes no imaginadas desde la perspectiva de un lente o un obturador.
Fuente: SePiensa
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