¿Me day la pasá?

Columnas La vida

“Me day la pasá” es el relato de un día de furia de una colaboradora nuestra. Tal vez te sientas identificada.

Santiago, Chile.- No, no es lo que estás pensando. Todavía soy yo la que respondo a esa pregunta en forma negativa. Bueno, cuando quiero, obvio (o cuando no quiero, sería más explícito).

Anoche me quedé trabajando hasta tarde. No me metí al Facebook, ni al Twitter y menos al Tinder. Tenía que terminar unos proyectos. Volví a escuchar la radio Beethoven, a modo de compañía, a ratos latera, pero por lo general una especie de partner inocuo para pensar, escribir, dibujar, etc.

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Hoy, como era de esperarse, desperté más tarde. No me podía levantar, como la mitad de Chile que, estoy segura, odia ESA hora de la mañana entre que se enciende el televisor con las malditas noticias  y la decisión final de “es ahora o nunca”.

Salí muy cerca de la hora en que debía llegar a mostrar el trabajo  y para colmo, necesitaba entrar al supermercado por una carpeta (sí de esas antiguas que todavía se entregan cuando presentas un proyecto, porque no les basta con la presentación, tienen que sentir el papel, mirarlo, olerlo y quizás qué más).

me_day_la_pasáMi edificio fue diseñado por un tarado, estoy segura. Tiene una serie de puntos ciegos y problemas varios en la entrada, los jardines y estacionamientos. Cosas que cualquiera hubiera previsto de tener dos dedos de frente, pero no. El arquitecto en cuestión prefirió el estilo a la seguridad. Con ese punto claro, les puedo explicar qué sucede cuando uno intenta salir del terreno perteneciente al dulce hogar que todos compartimos: no se ve nada.

A lo que nos convoca. Salí rezando para no atropellar a ningún cristiano ( ni musulmán, ni judío, ni ser humano cualquiera) y saqué la nariz de mi automóvil a la calle. El tráfico era infernal y empecé a hacer gestos de angustia, a ver si alguien me dejaba pasar. Nada. Pasaron varios autos hasta que uno quedó dejándome un pequeño espacio, insinuando la pasada. “¿Me day la pasá?” pregunté, asomando la cabeza por el vidrio, para que el conductor en cuestión pusiera atención y fuera gentil. “Claro, dame tu teléfono” me respondió el tipo que estaba en un feroz auto, pegó una carcajada y se fue. Me acordé de la escena de SIN FILTRO, pero no me daba el cuero para seguir al infeliz.

Pregunté varias veces, pero al final caché que tenía que ser prepo y me adelanté a una mujer que venía hablando por celular. Casi le da un infarto y me gritó “pa tu madre”, por lo que yo sólo le dije “suelta el celular, será mejor”. No dije nada más y  eso que ya estaba atravesada. He llegado a la convicción de que cuando uno tiene rabia, los demás no entienden por qué y la cosa se pone brava si insistimos en explicar, del modo que sea.

Logré salir y conseguí llegar al supermercado de Padre Hurtado. Corrí en vano, porque a las nueve y media ya estaba lleno de esas mujeres que van de la casa al colegio de los niños, del colegio al gimnasio y del gimnasio al café. Sí, pura envidia, hasta que recuerdo lo que me dijo una amiga: “a esas minas el marido les compra una van nueva cada año, para que se hagan las… cuando se las cagan”. Me reí sola. Al menos no tenía ese problema, pero el tema es que las cajas estaban llenas y todos parecían tomarse un año en cada transacción.

carro super me day la pasáCuando, después de 20 minutos logré salir de la fila, me encontré con varios carros cerca del lugar donde había estacionado mi auto. Tuve que empezar a correrlos para dejar un espacio correcto para poder salir. En ese minuto me pregunté ¿Por qué cresta la gente no puede tomarse un minuto para devolver los carros a la fila? No cuesta nada y se matan dos pájaros de un tiro: se ayuda al personal de servicio y también al resto de los clientes. Ay, Chile.

Al final, llegué con mi carpeta a la oficina. La chica que oficia de secretaria aún no llegaba y el auxiliar dijo que la fotocopiadora estaba mala. Quería morir y la rabia empezó a subir por la garganta. Justo en el minuto en el que iba a llamar para enfrentarme con quien fuera el responsable de todo lo que me pasaría si no presentaba el maldito proyecto, sonó mi teléfono. Apenas contesté, la comunicación se cortó, pero alcancé a escuchar un ” Disculpa Victoria, tuvimos un inconveniente”. Luego llegaría el whatsapp con la excusa correspondiente.

Entonces descubrí que el día podía tener cosas buenas. Diez minutos más tarde, otro publicista amigo se acercó a mi oído y me preguntó “¿Me day la pasá?”: Nunca supe si fue en serio o en broma, pero mi carcajada lo dejó atónito y no me volvió a hablar hasta hace unos minutos. Espero que entienda el por qué de mi reacción histérica cuando lea esta columna.

Victoria Brown M

@vicabrown11

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