Santiago, Chile.- Llamó la atención en el día de ayer, el reportaje de un vespertino que daba cuenta de las nuevas exigencias y reglas para la admisión de pre-escolares en colegios particulares de la capital, las que incluían certificados de matrimonio de los padres – religioso y civil- certificado de comportamiento económico en otros establecimientos. Además, varios exigen evaluación médica completa de los pequeños, más la información de cuando aprendió a caminar, si nació por cesárea y otros detalles que podrían ser importantes una vez que el niño o la niña está inserto en el sistema, pero no al momento de postular
También te puede interesar:
Educación emocional niños y jóvenes
Si quieres niños inteligentes y sanos emocionalmente, acércalos al arte
Algunos colegios, piden también informes sobre la participación de los padres en comunidades religiosas, dónde estudiaron y dónde trabajan. Todo esto, según el artículo es un ejemplo de lo que está sucediendo en el país y ha generado varias denuncias a la Superintendencia de Educación, por discriminación.
Convengamos que, al ser establecimientos privados, tienen el derecho a elegir cuál es su línea pedagógica y valórica, en el marco de la ley educacional y, por tanto, la responsabilidad de entregar un determinado tipo de formación a los niños, recae en los padres a la hora de elegir el colegio futuro de su hijo.
La verdad es que no hay de qué sorprenderse. Sabemos que, desde hace años, los colegios “de moda”, “de mejor rendimiento” o “donde la mayoría de los alumnos llega a la universidad”, son los que estimulan la competencia desde que los pequeños llegan a postular, generando un estrés que marca a niños y padres por igual. Es un fenómeno conocido.
Lo que en realidad no se entiende es por qué mucha de la gente que se queja del sistema, de las exigencias, de la discriminación y del clasismo de nuestras sociedades insiste en matricular a su niños en los colegios que le darán una formación tradicional, con reglas que los uniforman – en el más amplio sentido de la palabra- y que los estresarán y limitarán al igual que lo hicieron con ellos en su infancia. Esos son los mismos establecimientos que disminuyen las horas de artes, música y filosofía, los que no se interesan por las habilidades blandas o si lo hacen, dan sólo un barniz porque lo importante es “el futuro exitoso”, nada más.
¿Será que tenemos miedo a la libertad? ¿Será que tenemos miedo a no poder controlar a nuestros hijos cuando sean autónomos y preferimos que entren directamente en el sistema, para no dar problemas?
Recuerdo cuando matriculé a los niños en un colegio “alternativo”. Lo primero que me dejaron claro en la entrevista fue que los alumnos de ese establecimiento terminaban siendo librepensadores y eso podía ser agotador para la familia. Y era cierto. No fueron niños fáciles y tampoco lo son como jóvenes, pero no nos arrepentimos de darles la posibilidad de abrir su mente al mundo, a la profundidad del pensamiento, a la fuerza del arte como parte importante de su formación y vida, y a la libertad para elegir qué camino tomar, después de reflexionar a conciencia.
La educación del espíritu no es algo que se promueva sólo en casa. Las horas que pasan los chicos con sus pares y educadores los marcan profundamente. Por eso, no queda duda que la elección del lugar donde nuestros hijos pasarán doce años de su vida, debe ser pensada con mucho cuidado y por sobre todo, tiene que ser una decisión coherente con nuestros principios. Una persona poco devota no debería matricular a sus niños en colegios religiosos porque generará una exclusión de entrada.
La decisión es de cada uno, pero la educación es más que una moda y los tiempos que corren nos susurran la importancia de la educación para la libertad. Los espacios de discusión abierta, la creatividad, la aceptación del cuerpo por medio del baile y el movimiento libre; las tendencias educacionales que enseñan el respeto al ser humano, no importa de qué condición sea éste, como un asunto de fondo más que de forma es lo que se requiere, creo, para dejar un mundo mejor a las nuevas generaciones.
A propósito de este tema, te dejo un video de Sir Ken Robinson, que es un aporte al pensamiento educativo (por si no lo has visto)
3 thoughts on “Educar para la libertad”