Vende sus cuadros en Europa, porque ha elegido ser un outsider en el sistema nacional, pero no cambia el idioma, el contacto con el negocio de la esquina y el restaurante de la Estación Central. Este es el Ignacio Micheli, artista.
Santiago, Chile. Hablar con Ignacio Micheli es entrar en un mundo de conceptos, vivencias, colores y maravillas que, registradas en obras de arte, ha encantado a los europeos y a los connacionales que disfrutan del arte. Buen conversador, confiesa algo que pocos se atreverían a decir: que no se inspira, que sólo pinta, que lo disfruta y le resulta fácil. En esta entrevista, el artista nos habla de cómo ve su círculo y su obra.
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Ignacio ha estado yendo y viniendo al viejo continente, consiguiendo con ello una experiencia enriquecedora en cuanto a la valoración de su obra y al conocimiento adquirido, pero también ha comprendido esa idea realista en lo que se refiere a las diferencias enormes que nos separan del mundo desarrollado en lo artístico.
“El mundo europeo en lo artístico es radicalmente distinto (al nuestro). La gente, sobre todo en Alemania, como tiene otra capacidad adquisitiva, tiene la noción del arte para sus casas “más metido acá” (en la cabeza), entonces la vida cultural de ellos no es lo mismo que aquí en Chile, que es una especie de llavero social” asegura.
“ Gran parte de los pintores asocian mucho lo que es ir a inauguraciones, juntarse con gallos aquí o acá, conversar cosas excéntricas, algo in y pierden la base de esto que al final, primero hay que tratar de vender y segundo, hacer una cosa más honesta” , señala.
“Yo creo que tenemos mucho bagaje en todo lo que ha sido los muralistas mexicanos, todo el cuento latinoamericano. Guayasamín en Ecuador, los pintores brasileros. Yo he hablado con gente joven que no tiene idea quien es (Oswaldo) Guayasamín . Hay toda una generación de profesores que los pescó toda esta corriente surrealista de Breton y desarrolló una especie de arte, pero del que en Europa se ríen, porque ya está muy visto todo lo conceptual. Hay que volver un poco a las raíces de oficio y lo que eran las escuelas antiguamente de arte, a Pablo Burchard. Yo tenía un profesor que te enseñaba la técnica avanzada y después pasabas a Juan Francisco González…toda esa escuela que formó a la gente de ahora” cuenta
A raíz de lo anterior Ignacio Micheli se ha convertido un poco en outsider, aunque pertenece a la APECH (Asociación de escultores de Chile) donde, señala que hay “muy buena gente, pero tienen muy poca plata e intentan hacer lo posible”.
“Aquí no puedes vivir del arte. Es decir, puedes, hay gente que lo hace pero tienes que hacer ciertas concesiones” asegura, refiriéndose a todo el juego social mencionado anteriormente.
En el verano, Ignacio Micheli viajó nuevamente a Francia y Alemania, donde se contactó con los chilenos de Los Ortiga quienes lo invitaron a exponer.
“Ellos tienen un restaurant espectacular en Polonia. Como ellos actuaron mucho tiempo por Europa, son muy conocidos y tienen una cartera de clientes propia. Ellos convocaron mucha gente a una exposición que hice yo en su restaurant. Y ¡se vendió como pan caliente! Estuve una semana ahí vendiendo. Ahí me di cuenta lo que es la dinámica del europeo medio”.
Aunque tiene pasaporte italiano, Ignacio Micheli asegura que no podría quedarse en Europa porque no tiene “códigos para vivir allá” dice y nos cuenta que lo primero que hizo al llegar a Chile fue ir a un restaurant de la Estación Central. Claro, es parte de la poesía.
“Es un lugar donde va la gente que viene de los buses. Es como la historia de Pablo de Rokha ,que le gustaba vender sus libros en los trenes. Yo creo que Latinoamérica, además del clima, tiene algo como encantador para el artista. Quizás es por un tema de raíces, yo creo que uno puede vivir mejor, si tienes tu cierto pasar económico, menos acosado por el sistema, acá eres más libre, más desordenado. La idiosincrasia del chileno, en que conoces el tipo de la botillería, de la panadería, vas a comprar…Yo tengo 51 años y no sé si a mi edad estoy dispuesto a hacer ese esfuerzo (de integrarse a otra cultura). Alemania por ejemplo, los alemanes son gente formal, si te dicen mañana te voy a llevar los 1000 euros que te debo, a las 11:05, y a las 11:04 está con los 1000 euros. Pero uno se siente como poroto en paila marina” asegura.
A pesar del amor por la idiosincrasia y la cultura nacional, el artista reconoce que hay algo que molesta en la inevitable comparación.
“Hay una frustración que es un poco culpa de todo. Encuentro que Chile es un buen país para vivir, tiene grandes problemas por supuesto. En Alemania la gente ya había visto mis cuadros, porque le había vendido tres a Daniel Valladares y Marcelo Veliz, dueños del restaurant que, entre paréntesis fueron muy generosos con gastos pagados, incluida comida en la casa de una alemana espectacular. La gente había preguntado antes quién era el artista y cuando valían. Ahí me di cuenta cual era la dinámica directa con la gente y acá en Chile cuesta hacerlo. O sea, tu lo puedes hacer en el barrio Italia, donde está lleno de galerías… diría un poco amateur, venden cuadros baratos. Los 4, 5 galeristas buenos- la Isabel Aninat, la Patricia Readi y la gente de Artespacio, ellos se manejan con carteabilidad en temas más cototos, pero te cobran un porcentaje, otra dinámica. Yo prefiero hacer otra cosa, mi pintura mantenerla en esto y no vivir de ella” dice y luego comenta que vive de la venta de terrenos con un socio, por lo que no tiene mayores necesidades.
En cuanto a la periodicidad de su trabajo pictórico, Ignacio Micheli dice que es variable, que a veces puede dedicar 10 horas y otras veces, ninguna, dependiendo de sus actividades y sus ganas. Señala que Pablo Burchard decía “constancia y abnegación” y es la clave para el éxito, pero a él no le apura. Claro, a él le fluye el arte. Basta ver sus cuadros.
Lo dejamos trabajando, mientras los colores y las figuras se quedan dando vueltas gratamente en el imaginario. CV.
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