Santiago, Chile.- En países como el nuestro aún existe una tradición machista arraigada, la que se ríe de la emocionalidad de las mujeres y limita la de los hombres, generando conductas en niños y jóvenes que devengarán en serios problemas de comunicación en su adultez.
Es más, la mayoría de los estudios psicológicos y psiquiátricos de asesinos en serie o masivos, como en el caso reciente de la matanza a mansalva en Orlando, señalan que se trata de personas solitarias, poco queridas, sometidas al bullying en su infancia, con baja tolerancia a la frustración y sensación persistente de un ataque del mundo en su contra. Odian todo lo que parezca demasiado diferente o que amenace de alguna forma sus convicciones absolutistas. Soledad, falta de herramientas para expresar sus sentimientos y por sobre todo, falta de contención cuando, de manera fortuita se abre el corazón, son situaciones que generan adultos llenos de ira, dolor y poca flexibilidad.
Mientras que en Chile, un grupo de líderes sociales transversales, hace un llamado para generar estrategias que protejan a la infancia en todas las áreas a las que un ser humano tiene derecho y se habla del segmento y sus necesidades, me parece importante, sino fundamental, que el movimiento considere, además de la cura de las consecuencias, su prevención y eso pasa por la educación emocional, que según los expertos va más allá de la facilidad para expresar los sentimientos y mejorar la comunicación con el entorno.
Pero ¿qué es concretamente la educación emocional? De acuerdo a Rafael Bisquerra, docente español y autor de numerosas publicaciones “la educación emocional es una innovación educativa que responde a necesidades sociales no atendidas en las materias académicas ordinarias. La fundamentación está en el concepto de emoción, teorías de la emoción, la neurociencia, la psiconeuroinmunología, la teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional, el fluir, los movimientos de renovación pedagógica, la educación psicológica, la educación para la salud, las habilidades sociales, las investigaciones sobre el bienestar subjetivo, etc.”, es decir no abarca sólo un área de nuestra vida, sino que las toca todas con el objetivo de conseguir mejores habilidades, incluyendo la conciencia emocional y la regulación de la misma.
Investigando en Internet, descubro incluso un grupo peruano que sigue pidiendo firmas para que se apruebe una ley a favor del tema. Y debe haber muchos otros.
En Chile existe una inquietud que nace hace más de diez años entre el profesorado y que se reafirma en el libro de la psiquiatra infantil y juvenil Amanda Céspedes, “Educar las emociones, educar para la vida” pero que a estas alturas, aún no se generaliza.
Cuando vemos la intolerancia, el individualismo, la falta de amor propio, la falta de interés por conocer el mundo real y la adoración (o envidia) por cargos laborales de importancia, ganancias rápidas, ego y poder, nos damos cuenta de la inseguridad en la que fueron educadas varias generaciones.
Cuando falta la educación emocional, surge la cobardía, la mentira y la inseguridad. Demás estás decir que con ello convive la ira y todo lo que vemos a diario en las noticias.
“Una golondrina no hace verano” decían los mayores, pero conocer experiencias como las que se relatan hoy en EM, me hace pensar que, con voluntad, se puede educar mejor.
Un jardín infantil en Copiapó está trabajando la educación emocional a diario. Con la dirección del psicólogo y docente de la Universidad de Atacama, Francisco Leria, las educadoras y apoderados aprendieron a responder a los requerimientos emocionales de los niños y, poco a poco, las actividades de los pequeños fueron generando resultados sorprendentes.
Una de las educadoras comenta que, en un ejercicio, uno de los chicos contó a los demás que su corazón estaba triste, porque el aluvión ocurrido entonces se había llevado sus juguetes. No pidió nada, pero al día siguiente, varios de sus compañeros llegaron con juguetes para él.
Seguramente su propia identificación con el pequeño, los hizo comentar el tema con su familia y el efecto dominó fue maravilloso.
Si confirmamos que el ser humano es bueno y que sólo hace falta recordárselo a ratos, trabajar en esa dirección, no es un gasto, sino una inversión a futuro.
Mary Rogers G.
Una interesante experiencia.
4 thoughts on “La necesidad urgente de una educación emocional para niños y jóvenes”