Santiago, Chile. “Los chilenos somos los más depresivos del mundo”, “El chileno es trabajólico”, “El chileno es agrandado” (antes era “apocado”), “El chileno es chaquetero…”, “El chileno es chueco”, “El chileno es envidioso”, “El chileno es racista”, son sólo algunos conceptos que repetimos constantemente, sin recordar que, mientras lo hacemos, vamos estigmatizando nuestro propio proceder. Si, también he repetido varias de esas frases, pero con el tiempo me doy cuenta de que no es el chileno, sino la aceptación que hacemos del sistema que hemos creado, la que nos condiciona. ¿Por qué no nos cuestionamos? ¿Por qué seguimos quejándonos sin hacer nada?
Hoy nos levantamos contra las AFP, mañana lo haremos – Dios mediante- contra las ISAPRES. Es el despertar de la gente, de la masa. No toda acción de la masa es inconsciente o ignorante, como suelen decir los que impulsan el poder de ciertas capas. No, es el despertar de la gente que, gracias a la globalización y a la democratización de la información, puede estar al tanto de lo que pasa en el mundo, en su ciudad y en el sistema que le afecta directamente. Es el despertar a otras posibilidades que no sean las que van de la mano de un “siempre ha sido así”, es la búsqueda por el bienestar en el espacio en el que nos ha tocado vivir.
Leyendo “La habitación” de Jonas Karlsson, comprendo que no eres tú, ni yo, sino el sistema que apabulla al ser humano bajo la premisa de ordenarlo y proteger su sanidad mental.
El mundo se ha vuelto un lugar complejo, lleno de posibilidades, pero cada vez más complejo. Por lo mismo, los sistemas intentan poner orden a la creciente complejidad, utilizando los mismos métodos de siempre: uniformidad para todos, la igualdad para todos. Bueno, parafraseando a Orwell, sabemos que hay algunos que son más iguales que otros y por ahí nace el conflicto.
Pero, volviendo al título de esta columna. Si te sientes deprimido en tu trabajo, mal tratado, mal considerado y sientes que no tienes salida, estás comenzando a ser parte del sistema y créeme, hay alternativas, pero tienen un costo.
No hace mucho, alguien a quien le tengo bastante aprecio confesó haber dicho en el trabajo que no quería terminar como yo. Entonces caí en la cuenta que se me consideraba desequilibrada por no aceptar presiones, ni descalificaciones al estar en contra de ciertos sistemas y haber finalmente renunciado por no soportar esas prácticas.
La depresión, la sensación de fracaso e infelicidad se da en las personas por no salir de la “zona de confort”, término muy usado por psicólogos, psiquiatras y opinólogos; por no reconocer que las opciones son mucho más amplias que las que conocemos y es cosa de buscar instancias que nos acomoden más, para sentirnos más felices ( o menos desdichados, como prefieras). Se puede, sólo hay armarse de valor y salir a cazar oportunidades e ideas, las que andan, al igual que los pokemones, en una realidad que sólo ven algunos.
Mary Rogers G.
muy bueeeno Mary,