La música es historia, presente y conexión de futuro con las próximas generaciones.
Santiago, Chile.- Desde la prehistoria, el ser humano buscó la forma de comunicarse con el mundo, la naturaleza y sus pares a través de los sonidos. No en balde se dice que la música es el lenguaje que nos conecta con lo divino. Johann Sebastian Bach, autor de numerosas obras sacras, estaba convencido que el único propósito de la música debiera ser esa conexión.
En lo mundano, la música es parte de nuestra vivencia diaria desde el nacimiento y, a veces, desde antes. Sin ir más lejos, está de moda hablar de la “banda sonora de nuestra vida” porque sabemos que la música determina todas las etapas de nuestra existencia. Basta que escuches una canción, una sinfonía o un par de acordes de algo asociado a una época importante de tu historia y estarás ahí, recordando todos los detalles.
Sabemos, por numerosos estudios realizados por psicólogos, psiquiatras y educadores, que la música es una excelente herramienta en la educación de los niños, ya sea que la escuchen o la interpreten, porque desarrolla habilidades matemáticas, de concentración, de lenguaje y disciplina, además de otras destrezas sociales. Un experimento como el del Pre Escolar Perry en los Estados Unidos, que estudió el tema en distintos colegios del segmento, mostró que la experiencia temprana tiene un impacto significativo a largo plazo en el desarrollo mental y emocional de los pequeños.
Por lo demás, la música, como todas las artes, es el legado de los observadores-creativos a las generaciones posteriores, su forma de contar la historia, narrar las tradiciones y conectar la vida.
Entonces, si tenemos conciencia de la importancia de la música para el ser humano ¿por qué el Estado, la empresa y la sociedad tienden a desvalorizar a sus creadores y ejecutantes? Y no es una idea, es una realidad concreta e incomprensible que se da a diario, desde nuestras casas. Familias que se enteran de las inclinaciones musicales de sus hijos y preguntan cosas como “¿De qué vas a vivir? o “¿Eso se estudia?”, mostrando un prejuicio y una ignorancia abismal en lo que se refiera a cualquier campo que no esté relacionado con el económico. Por otra parte, muchas de esas familias se quejan del “precio de las entradas” al teatro y a los conciertos (o del IVA de los libros… es otro tema), pero no tienen reparo en comprar varias botellas de licor, con el impuesto correspondiente, para vaciarlas solos en sus casas. Cosa de prioridades.
Otra cosa son los gobiernos y la imagen social.
En Chile, durante la segunda mitad de los los años ochenta, vivimos la lucha de los compositores e intérpretes, abanderados por Scottie Scott y Alberto Plaza, entre otros, quienes viajaban frecuentemente al Congreso de Valparaíso, para exigir que los derechos de autor tuvieran una ley segura y una entidad que pudiese administrar los ingresos, de tal forma que éstos llegaran a sus creadores. El resultado fue la creación de la SCD que, puede tener pro y contras, pero que cumple una función que la mayoría de los asociados agradecen.
No hace ni un año, nuevamente surgió la necesidad de alzar la voz, para que las radios nacionales tuvieran la obligación de difundir al menos un 20% de música chilena en sus parrillas y tras mucho batallar lo consiguieron. Pero no es suficiente, faltan políticas de estado y mucha educación.
En las décadas de los ochenta, setenta y probablemente las anteriores, los colegios, por ejemplo, tenían, en sus mallas curriculares, arte y música, con al menos una o dos horas que servían como una pincelada de lo que esos ramos significaban para el mundo. Luego, las materias pudieron ser a elección de los estudiantes, una o la otra. Con ello se eliminó la sensibilidad musical de un gran porcentaje de las generaciones que se formaron a partir de esa modalidad.
Hoy, la tecnología, que debiera ser un aporte para la educación musical revalorizada, no resulta tal. Todo cambia, es cierto, pero en el camino de la evolución, también se involuciona.
“El single vuelve a ser la base de promoción ahora en formato digital, como lo fue en los 60 el single de vinilo, pero que tenia una ventaja, el lado A y el lado B y donde muchos éxitos fueron el lado B. Si, las radios en esa época tenían ranking musical , algo que hoy en día prácticamente no existe, al estar las radios en dos consorcios extranjeros, españoles y mexicanos, que compraron prácticamente todas las principales radios chilenas y que obviamente tienen sus propios intereses. La famosa globalización” señala el músico Jorge Herrera, en una columna de su Facebook, a raíz del cierre del sello musical de Chilevisión. Junto con lo anterior, muchos prefieren ver el canal de YouTube en vez de asistir al concierto. Otra pena para los músicos.
En países como los nuestros, que aún no respetan sus tradiciones y viven mirando por la ventana hacia el otro patio, sería bueno empezar a valorar la expresión del espíritu y a los miles de artistas que se “arriesgan” por entregar al resto, su visión de mundo. Creo que en un planeta tan revolucionado como el nuestro, es bueno recordar que un pueblo sin música, es un pueblo sin alma.
Buena semana para todos.
Mary Rogers G.
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